Los dias y ninguno fue primero.
La frescura del agua en la garganta de Adan.
El ordenado Paraiso.
El ojo descifrando la tiniebla.
El amor de los lobos en el alba.
La palabra. El hexametro. El espejo.
La torre de Babel y la soberbia.
La luna que miraban los caldeos.
Las arenas innumeras del Ganges.
Chuang-Tzu y la mariposa que lo sueña.
Las manzanas de oro de las islas.
Los pasos del errante laberinto.
El infinito lienzo de Penelope.
El tiempo circular de los estoicos.
La moneda en la boca del que ha muerto.
El peso de la espada en la balanza.
Cada gota de agua en la clepsidra.
Las aguilas, las fotos, las legiones.
Cesar en la mañana de Farsalia.
La sombra de las cruces en la tierra.
El ajedrez y el algebra del Persa.
Los rastros de las largas migraciones.
La brujula incesante.
El mar abierto.
El eco del reloj en la memoria.
El rey ajusticiado por el hacha.
El polvo incalculable que fue ejercitos.
La voz del ruiseñor en Dinamarca.
La escrupulosa linea del caligrafo.
El rostro del suicida en el espejo.
El naipe del Tahur. El oro avido.
La forma de las nubes en el desierto.
Cada arabesco del caleidoscopio.
Cada remordimiento y cada lagrima.
Se precisaron todas esas cosas
para que nuestras manos se encontraran.
J.L.
Y yo agrego:
Para que se encontraran
nuestros ojos, nuestra piel.
Solo un segundo
y volver al infinito
polvo del olvido.
Regresar al momento fugaz
del eterno recuerdo.
Matando, para eso,
cualquier prueba vivente
que desviva.












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